La ermita de San Miguel es un hermoso ejemplo de edificio en la transición entre el románico y el gótico. Remonta su historia al año 1227 y junto a ella se encontraba un lazareto, es decir, un hospital destinado al tratamiento de enfermedades infecciosas como la lepra.
A diferencia de otros templos que fueron reformados con el tiempo, la ermita de San Miguel conserva una admirable unidad estilística, lo que indica que fue construida en una sola fase. En su arquitectura destacan los arcos apuntados de las ventanas, un rasgo característico del gótico, que ya comenzaba a imponerse en el momento de su edificación.
Merece especial atención la decoración de los canecillos, esas pequeñas piezas de piedra situadas bajo el alero del tejado. En ellos se pueden ver motivos vegetales, figuras de animales y algunas representaciones humanas que, como en tantas construcciones románicas, encierran significados que invitan a la reflexión.