VILLALCÁZAR DE SIRGA

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IGLESIA DE SANTA MARÍA LA BLANCA

La iglesia de Santa María La Blanca de Villalcázar de Sirga es uno de los templos medievales más impresionantes del Camino de Santiago. Su construcción comenzó a finales del siglo XII por iniciativa de los caballeros templarios, una poderosa orden militar y religiosa encargada de proteger a los peregrinos. Este templo es un excelente ejemplo de la arquitectura del final del románico que anticipa las nuevas formas góticas llegadas de Francia. El proyecto inicial era tan ambicioso que nunca llegó a completarse del todo. Originalmente, la iglesia contaba con una puerta monumental en su lado occidental, la llamada puerta del Ángel, pero desapareció a consecuencia del devastador terremoto de Lisboa de 1755. Hoy en día, el acceso principal se realiza por la imponente fachada sur, protegida bajo un grandioso pórtico tan alto como la nave central. Allí nos esperan dos portadas ricamente decoradas con esculturas góticas. Ángeles, santos, clérigos y músicos desfilan en piedra, dando la bienvenida a quienes cruzan el umbral. Encima de la puerta, dos frisos narran escenas de la Epifanía y la Anunciación, junto con representaciones del Apocalipsis y el regreso de Cristo en Majestad. La influencia de las iglesias románicas de Carrión de los Condes es innegable en estos relieves. Una vez en el interior, nos sorprende un grandioso espacio de tres naves separadas por pilares cruciformes. Estos pilares sostienen arcos apuntados y elegantes bóvedas de crucería, típicas del estilo gótico. La sensación de verticalidad y solidez es impresionante, reflejando la monumentalidad de la arquitectura templaria. En la Edad Media, esta iglesia alcanzó una gran fama. Tanto es así que el propio rey de Castilla, Alfonso X el Sabio, visitó el templo para hacer penitencia ante la imagen de la Virgen Blanca. Su devoción fue tan profunda que llegó a dedicarle algunas de sus célebres Cantigas de Santa María, compuestas a finales del siglo XIII. Una de ellas, la número 278, cuenta la sanación milagrosa de una peregrina francesa y otro caminante, ambos ciegos: Sobre esto voy a contaros un hermoso milagro que mostró en Villasirga la madre de Emmanuel, donde a menudo hace otros muchos más dulces que la miel…

RETABLO

El retablo de la iglesia de Santa María de Villalcázar de Sirga es una verdadera joya del arte sacro, una obra maestra que combina piezas de distintas épocas y estilos. Lo que hoy vemos es el resultado de una restauración realizada entre 1945 y 1946. Durante estos trabajos, se reordenaron las tablas originales, se añadieron cresterías caladas, el dosel que enmarca la imagen de la Virgen y los escudos heráldicos, dando al conjunto un aspecto similar a los retablos hispanoflamencos del siglo XV. Sin embargo, la parte más importante del retablo sí pertenece a esa época. Nos referimos a las veintisiete tablas atribuidas al Maestro Alejo, un artista local al que algunos relacionan con Pedro Berruguete, el gran pintor del tránsito del gótico al renacimiento. Estas pinturas representan santos, escenas de sus vidas y pasajes del Evangelio, organizados en tres cuerpos verticales, cuatro calles, dos entrecalles y un banco en la base. En el siglo XVI, se añadió una segunda predela o banco, esta vez en estilo renacentista. Esta parte del retablo es obra del escultor Manuel Álvarez, con una exquisita policromía realizada por Francisco de Carracejas. Los elementos más antiguos del retablo son la Virgen con el Niño, una imagen gótica del siglo XIII que ocupa el centro del retablo, el espacio de honor; y el Calvario situado en la parte más alta. Éste está compuesto por tres tallas también góticas de alrededor del año 1300: el Cristo crucificado, Santa María y San Juan. El retablo de Santa María de Villalcázar de Sirga es, en definitiva, un testimonio excepcional de la evolución del arte a lo largo de los siglos. Una obra que combina con maestría el gótico, el Renacimiento y las intervenciones modernas, y que sigue deslumbrando a quienes la contemplan.

SEPULCROS

En la iglesia de Santa María de Villalcázar de Sirga, encontramos la capilla de Santiago, un espacio cargado de historia y simbolismo. Construida en el siglo XIV, esta capilla se ilumina gracias a un hermoso rosetón y se cubre con una bóveda de crucería, decorada con los escudos de la Orden de Santiago. Esta orden militar asumió gran parte del control de Villalcázar tras la disolución de los templarios, que habían dominado la localidad durante la Edad Media. El elemento más destacado de esta capilla son los tres sepulcros góticos que alberga. Dos de ellos pertenecen al infante Felipe de Castilla y a su segunda esposa, posiblemente Inés de Guevara. El tercero corresponde al caballero Juan de Pereira, miembro de la Orden de Santiago. Los sepulcros de don Felipe e Inés de Guevara son auténticas obras maestras de la escultura medieval española. Están esculpidos en piedra policromada y presentan un nivel de detalle excepcional. El infante Felipe, nacido en 1231, era hijo del rey Fernando III y de Beatriz de Suabia. Su vida estuvo marcada por los conflictos con su hermano mayor, Alfonso X el Sabio. Aunque comenzó su formación en la carrera eclesiástica en París, la abandonó para casarse con la princesa Cristina de Noruega. Más tarde, contrajo matrimonio en dos ocasiones más. Falleció en 1274 y fue enterrado en este templo junto a su segunda esposa. Su sepulcro es particularmente innovador para su época. En los cuatro lados del sarcófago, se narra su propio cortejo fúnebre, en una secuencia que comienza con la imagen del infante en su lecho de muerte y concluye con las oraciones por su alma. La tapa lleva alrededor escudos con sus armas y las del Temple, y la estatua yacente lo representa con bonete real, túnica y un manto heráldico. El sepulcro de doña Inés es un poco más pequeño y presenta un diseño similar, aunque sin decoración en los lados menores. Su figura yacente se muestra con una tiara alta con barboquejo cubriéndole la boca y una túnica adornada con los escudos de su familia. Originalmente, estos sepulcros se encontraban en la zona del coro, pero en 1926 fueron trasladados a la capilla de Santiago. Parte de los tejidos y adornos que cubrían los cuerpos de los difuntos aún se conservan en el Museo Arqueológico Nacional y en otros museos de diferentes países. En esta misma capilla se encuentra también la bella imagen gótica de la Virgen Blanca. Es una talla del siglo XIII a la que se le atribuyen numerosos milagros, algunos de los cuales aparecen recogidos en las Cantigas del rey Alfonso X el Sabio. La capilla de Santiago es, sin duda, un rincón fascinante de esta iglesia, donde el arte, la historia y la espiritualidad se funden para ofrecernos un testimonio único de la época medieval.

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